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Blog personal

Wednesday, June 28, 2006

“El Último Encuentro” Sándor Márai


¿Has tenido un último encuentro? ¿Qué dirías de tenerlo?¿Qué tan saldadas tienes las cuentas con tu pasado, tus amigos, tu familia, contigo mismo?... Sino lo has hecho, hazlo ahora. Pueden pasar años y lo que era cierto ya no lo es. El juego de la verdad, de lo real, de lo confuso, de lo certero a ojos de quien lo mire, puede ser lo único verdadero antes de decir: me equivoqué, traicioné, mentí y oculté.

En “El último Encuentro de Sándor Márai” no hay nada dicho. Sólo cuatro o cinco personajes admirablemente desarrollados en su emotividad, psicología y humanidad. Esta es una novela que devela la condición humana tal cuál, en su precariedad y en su magnificencia. Lo humano hecho relato.

Uno va descubriendo poco a poco el mundo que se nos devela y que el autor mantiene oculto en un juego entre lo certero y lo irreal. Son como si existiesen tres suertes de relatos. Uno el de lo verdaderamente narrado, ese mundo que se va descubriendo con la lectura. El segundo, el que el lector va construyendo de manera paralela y donde supone el destino de los personajes. Y un tercer y único mundo, el de la realidad de los personajes, ésa que magistralmente sólo conocemos y somos capaces de hilar al final del texto, pero que tácitamente siempre estuvo para nosotros en el mundo interior de cada uno de los personajes.

“El Último Encuentro” sorprende por la fineza de su narrativa y porque sin lugar a dudas a es un llamado a la sensibilidad. El increcendo, cómo nos vamos involucrando en el texto, en la fibra de los personajes, cómo vamos soltando y dejando de sentir a algunos para darle paso a otros, cómo las reflexiones de vida nos van llevando a un final que nos deja con la boca abierta y con la sensación angustiosa de una pregunta: ¿por qué diablos terminó?

Para los que lo leyeron, sólo puedo decir… Kristinna me evocó a Madame Bovary y el libro en sí, me dejó una sensación tan placentera y reflexiva que es imposible dejar pasar a este autor…

Saturday, June 24, 2006

Una historia Del Pasado: "Perder el Miedo: El día que Renuncié a Mi Trabajo"


Salí de mi casa con la certeza que todo estaba bien, que los días precedían de la misma manera, que las horas seguían el continúo y que mi mente estaba donde la dejé el día anterior.
Hace rato habían pasado los cuestionamientos de qué realmente debía hacer, qué era lo que me gustaba y qué estaba haciendo en el trabajo que hace 1 año 7 meses era mi calvario. Mi cotidianidad se había convertido en rutina, el ritmo azaroso de antiguas mañanas ya no existía. Y lo asumía, o por lo menos, vivía.
Caminaba con rumbo apresurado, mi pelo estaba húmedo al igual que el día y mi abrigo azul eléctrico pintaba de colores los sombríos y somnolientos rostros del metro. Todo era igual, las mismas caras, el mismo recorrido, subir a un taxi, leer el diario y cruzar alguna que otra palabra con mi taxista habitual.
Pagué la tarifa de costumbre y entré escabulléndome para no hacer notar mi falta de rigurosidad con el horario. Con el tiempo me he dado cuenta que esa es una de mis características, es difícil levantarse temprano.Me gusta la noche porque es un pensatorio natural, es como un estado que invita a recordar, a estar para sí mismo y olvidarse del protocolo que el mundo exterior nos exige. Me atormenta regularmente ese contacto con lo otro y con los otros.
Algo pasó en mí que actué de manera irracional, nada en particular había sucedido para tomar esa decisión, nada había resquebrajado la rutina, la pasividad de mi día. Sin embargo, lo hice: RENUNCIÉ Y FUE INCREÍBLE. Es difícil asumir que el estado natural de las cosas debe cambiar, debe trasformar tu vida y llevarla por lugares desconocidos. Amo esa sensación de no saber hacía donde se dirigen las cosas, amo saber que no soy nada y que en nada me convertiré, que la nada es mi tema, porque no tengo nada que decir, o porque simplemente, no sirvo para nada.
Desde ese minuto que salí y crucé el umbral de mi calvario me sentí libre, me sentí, por primera vez, desde hace mucho tiempo, con ganas.
Llevo dos semanas rearmándome, no es sencillo, porque debo reconstruir muchas cosas, cosas pendientes, cosas de las que me avergüenzo, otras que quiero remediar u otras que sencillamente debo encausar.
Pero hoy veo la ciudad de colores, el frío de la mañana no se confunde con mi pelo y no necesito un abrigo azul eléctrico: hoy ya no soy invisible porque soy libre.

De Versión en Versión...

Todos tenemos una versión distinta de nosotros mismos. Creo que me reinvento a cada paso que doy, pero mi invensión no verbaliza movimientos, no gesticula, balbucea como graznido indecifrable, en errores traducibles y en equivocos reiterados.
Mi vida lanzada al viento, planeando sin saber donde aterrizar y poner los pies firmes, seguros, radicales. Gusaneando por recovecos disímiles, tan disímiles como los graznidos de seres invertebrados, tan anacoretas como el viento por donde nos perdemos.

Sunday, June 18, 2006

No hay cosa más dulce que la Venganza

No hay cosa más dulce que la venganza, desquitarse de esos pensamientos que molestan y atosigan el buen deliberar. Y es que a veces es necesario, infinitamente necesario, restregarse los ojos, enjuagarse las ganas y volver a pensar.

Por nuestra mente pasa una infinidad de basura, aplicando drenaje nos salvamos de esas acciones suicidas, sicopáticas, viciosas, macabras y malignas. Si dejásemos que la imaginación en un acto de irracionalidad efectuase su mejor propuesta, seríamos traficantes ilegales de ideas, muerte y flagelación.

No somos buenos por naturaleza, nuestra naturaleza adolece de enfermedad crónica del alma.

Y es por eso que en el silencio, cuando callas, se esconde ese mirar sucio e irrestricto de maldad que en una milésima de segundo embellece sin más, tus ojos perturbados, y en un estallar la risa inunda tu oscuridad. Es ahí cuando comprendo que eres un ser simple, obtuso y atormentado por la vanalidad de tu vida, tu enemiga primera y tu arma segunda.

En fin, qué diferencia entre aquello y la cobardía. Qué tan puramente humano resulta pensar, sencillamente pensar. Qué tan aventurado puede ser dominar el elemento suicida del pensamiento.

Cuando Pienso en Mi Falta de Cabeza



Si hago un esfuerzo por comprender mi tiempo, sin caer en justificaciones o explicaciones melosas, cesgadas con los lentes de la ideología o el resentimiento del enemigo, pierdo la cabeza en el intento.
Es por eso, que por el momento, esta reflexión sólo me proporciona la noción de lo absurdo.
Aunque debo reconocer que hasta hace un tiempo, pensaba que los procesos de la vida eran cíclicos. Que analizar un tiempo era pensar en otro. Hoy dudo de esa teoría porque excluye cualquier juicio de valor. Pero un tropezón con Camus me confundió radicalmente. "La vida, el vivir en sí, es un juicio de valor" decía él, asesinando toda ilusa creencia. Pero como yo prefiero marginarme de todo pensamiento y dejarlo en el plano de lo absurdo, me conformo pensando que toda contradicción trae consigo una seguidilla de otras contradicciones y que en la contradicción está el conocimiento.Y al final lo absurdo es en sí mismo una contradicción. Y nada... esto me pasa a propósito de cuando pienso en mi falta de cabeza...