No hay cosa más dulce que la Venganza
No hay cosa más dulce que la venganza, desquitarse de esos pensamientos que molestan y atosigan el buen deliberar. Y es que a veces es necesario, infinitamente necesario, restregarse los ojos, enjuagarse las ganas y volver a pensar.
Por nuestra mente pasa una infinidad de basura, aplicando drenaje nos salvamos de esas acciones suicidas, sicopáticas, viciosas, macabras y malignas. Si dejásemos que la imaginación en un acto de irracionalidad efectuase su mejor propuesta, seríamos traficantes ilegales de ideas, muerte y flagelación.
No somos buenos por naturaleza, nuestra naturaleza adolece de enfermedad crónica del alma.
Y es por eso que en el silencio, cuando callas, se esconde ese mirar sucio e irrestricto de maldad que en una milésima de segundo embellece sin más, tus ojos perturbados, y en un estallar la risa inunda tu oscuridad. Es ahí cuando comprendo que eres un ser simple, obtuso y atormentado por la vanalidad de tu vida, tu enemiga primera y tu arma segunda.
En fin, qué diferencia entre aquello y la cobardía. Qué tan puramente humano resulta pensar, sencillamente pensar. Qué tan aventurado puede ser dominar el elemento suicida del pensamiento.
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