Mi mamá es fea, pero es mi mamá igual
Cada vez que miro a mi mamá la encuentro fea. Cuando me despierta y me da mi mamadera con té, sólo veo su pelo apelmazado, el buzo salpicado con manchas de vino y ese intenso olor a perro mojado. Ya no intento jugar con ella, poco o nada me habla, prefiero sentarme en los canastos de papas de la señora Chelita y mirar a la gente que viene a la Vega. Así todo, y sin hacer mucho, igual me gano unas monedas para ella.
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