Bateauivre

Blog personal

Thursday, May 19, 2011

Hoy luego de la ducha, me miro al espejo: tengo 34 años y he descubierto 3 canas y un par de arrugas en mi rostro. Giro y mi visión se focaliza en la toalla que cuelga del perchero de mi baño, sólo hay una y esta semana es blanca. Entro en mi dormitorio, la cama está deshecha, en realidad sólo el lado derecho, el otro está intacto. Camino hacia la cocina con las pantuflas que eran de mi abuelo, abro el mueble del té y me topo de con que mi tazón está picado, deberé comprar otro, ojala con puntos negros, me gustan los puntos. Me acomodo en uno de los muebles de la cocina, para qué ir al comedor, está helado, y pienso en qué debo hacer esta semana y la respuesta es nada. Nada he planeado, nadie me ha llamado. Mejor así, menos trajín de fin de semana, menos información para desperdigar por ahí. De repente, en un pestañar miro la hora, estoy atrasada, me quedé pensando en que antes de volver debo comprar comida para mi perro, porque a las 8 debo sacarlo para acostarme temprano y leer la última parte de esa novela que me tiene intrigada.
Qué grato los días así, sólo certezas, nada interrumpe el devenir de los días, nada interrumpe mi sagrada rutina.

Miedo

Hace tiempo que no sentía miedo, esto de ser autosuficiente desde niña, que te criaran diciendo que “no dependieras de nadie, que uno sale adelante solo”, me hizo bloquear los temores, me hizo fuerte, súper poderosa.

Pero ahora a mis 34 años siento miedo de esta soledad, de sostener el mundo con mis manos y en mi imposibilidad de soltarlo he obviado abrazos, me han tendido la mano y no la he cogido. El mundo, mi mundo, me ha consumido.

Me siento frágil, como una niña asustada que quiere que su mamá le diga: “no hay nada a que tenerle miedo, aquí estoy, siempre he estado”. Y sé que a mi alrededor escucharé sas palabras de mis amigos, de aquellos que se la han jugado por mí desde el día que el destino nos juntó. Tengo una gran familia y sin embargo, quiero a esa familia, mi familia, disfuncional, imperfecta, a medias tintas, como sea…

Creo que mis brazos están cansados, parece que ya no quieren sostener este mundo y en un arrojo de rebeldía, mejor sería lanzarlo a su suerte. Pero, no, cobardemente sigo representando mi papel. ¿Será posible que el mundo viva sin mí, me permito pensar en que todo funcionará sin que yo no sea más que un espectador? Sinceramente, creo que no. Y con esa respuesta no queda más que hacerme cargo.